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UNA CASA ES UNA MAQUINA COMPLICADA EN LA QUE CADA DIA SE AVERIA ALGUNA COSA, POR ESO ES HEROICO POSEER, MANTENER Y RENOVAR UNA"
Fuente: Entrevista de Elena Sanchez Beato, Periodista especializada en decoración y lifestyle al Arquitecto Portugues Alvaro Siza
Álvaro Siza, arquitecto portugués: "Una casa es una máquina complicada en la que cada día se avería alguna cosa, por eso es heroico poseer, mantener y renovar una"
¡Esta casa es una ruina! O no... El arquitecto portugués Álvaro Siza nos lo recuerda:
el verdadero estilo surge cuando aceptamos que el desgaste también forma parte de la
decoración de nuestras casas.
Hay textos que retratan con tanta verdad la vida cotidiana que uno solo puede asentir mientras lee cada frase.
El del arquitecto portugués Álvaro Siza es uno de ellos.
Su visión sobre lo que significa vivir en una casa desmonta en un instante toda fantasía de perfección doméstica y nos coloca frente a una realidad tan cómica como agotadora:
tener una casa no es sólo habitarla, es combatirla.
En 'Vivir una casa', Siza habla de los desafíos que se viven a diario en el que es nuestro hogar: "La idea que tengo de una casa es la de una máquina complicada en la que cada día se avería alguna cosa", admite sin rodeos. Y entonces comienza la sucesión de contratiempos: bombillas que se funden, grifos que gotean, bisagras que chirrían, enchufes que se sueltan, alfombras que se rompen, tapicerías manchadas... "Se rompen las alfombras y la tapicería del sofá del salón", lamenta. Nada se salva. Ni siquiera las cortinas, los fieltros de las sillas o el cajón que ayer abría, y hoy se atasca como si tuviese vida propia.
La casa como campo de batalla (y nosotros como héroes domésticos)
A menudo pensamos en la casa como el lugar del descanso, el refugio, el remanso de paz. Pero si hiciéramos una radiografía honesta, quizá veríamos otra cosa: una trinchera doméstica. Un espacio que, lejos de ser siempre amable, nos pone a prueba cada día, desde el gesto más simple hasta la avería más inoportuna.
Álvaro Siza lo expresa con una lucidez admirable: "El dueño de la casa es al mismo tiempo bombero de guardia, enfermero y socorrista", escribe. Y es cierto. A lo largo de una semana cualquiera podemos estar apagando una fuga de agua con toallas viejas, curando cortes provocados por un vaso que se rompió misteriosamente, o resucitando un router con técnicas más propias de urgencias que de bricolaje.
Porque la casa no avisa. Lo curioso es - con un punto humorístico aunque desquiciado - que no se rompe algo un martes a las 11 de la mañana, no, sino que revienta un sábado por la noche. Cuando estamos a punto de ducharnos para salir, cuando hay invitados de camino o cuando hemos decidido que, por fin hoy, sí descansamos. Y entonces, como dice el arquitecto, el hogar se convierte en un campo de entrenamiento para nuestra paciencia: “Cuando por primera vez no se sustituye de inmediato una bombilla fundida, toda la casa se queda sin luz”, apunta con ironía.
Nuestra casa: un cuidado más a tener en cuenta
Lo que el arquitecto plantea es algo con lo que es imposible no sentirse identificado. Algo que todo habitante de una casa sabe en silencio: la convivencia con un hogar es una relación afectiva y compleja, parecida a cuidar de un ser querido enfermo, un jardín salvaje o un animal indomable. Hay días de armonía y días de guerra. Y ahí está la clave: no se trata de ganar todas las batallas, sino de seguir queriendo la casa, incluso cuando se revela contra nosotros.
Por eso, cuando el arquitecto concluye que "considero heroico poseer, mantener y renovar una casa", no exagera. Cada persona que ha pasado una tarde entera descifrando cómo funciona un termo, sacando hojas de una rejilla de desagüe o intentando poner silicona sin dejarlo peor… merece, como mínimo, una medalla.
Cómo decorar para sobrevivir al desgaste (y que la casa siga viéndose bonita aunque todo se rompa)
Si asumimos que la casa perfecta no existe, quizá el objetivo no sea evitar el deterioro, sino decorar pensando en que ocurrirá. Estas son las claves de una decoración a prueba de vida real:
Materiales que embellecen con el uso: mesa de madera maciza, encimeras con veta visible o textiles de lino lavado. Si se manchan o rayan… mejoran. No pretenden ser eternamente nuevos, sino nobles.
Fundas lavables y textiles reemplazables: sofá con funda extraíble, manteles que no duela cambiar, cojines que envejezcan con gracia. Si algo se estropea, se lava o se sustituye sin drama.
Piezas con alma en lugar de perfección: un jarrón de cerámica hecho a mano resiste mejor una muesca que uno de cristal delicado. Una silla de enea se arregla con cuerda; una de plástico, se tira.
Orden realista, no de foto: cestas, estanterías abiertas, percheros visibles: soluciones que permiten guardar rápido sin esconder.
Plantas y velas: el perfume del refugio.